Subjetividades fugadas:
El deseo de velocidad como una práctica socio-espacial.
¨La máquina respiraba. Sentía la velocidad en sus huesos, era aire convertido en deseo. La furia del motor se esparcía en su sinapsis, era calor en la nuca y encías. Los focos de la radio se iluminaron. Al principio solo escuchó interferencia pero ese ruido formó una voz.¨ (Miles de ojos, 2022).
La investigación sobre las subjetividades fugadas inicia desde una atracción al accidente. La imagen de un auto chocado, o un fragmento de su estructura, introduce un quiebre en la lógica de la velocidad, congelando el movimiento en un instante de colisión. Esta detención repentina genera una materialidad fragmentada, un testimonio físico de la velocidad interrumpida. La idea de que el accidente inmoviliza la velocidad se vincula con un misterio latente: la procedencia del vehículo, la historia que lo condujo hasta ese momento, las fuerzas que intervinieron en su destrucción. El auto chocado no es solo un objeto destruido, sino una evidencia de fuerzas y tensiones, una narración material que permite interpretar lo sucedido en su deformación. En este sentido, la materialidad rota se convierte en una representación del sistema industrializado, donde cada accidente es una interrupción en la serialización de la producción mecánica. La uniformidad de los autos producidos en serie desaparece en la colisión, volviéndose un objeto único en su fragmentación.
Este fenómeno de transformación material y simbólica encuentra un eco en el proceso de industrialización que reconfiguró las sociedades modernas. "A grandes rasgos, el relato comienza con el abandono de la economía agrícola, que había sido constituida en torno a un amplio campesinado. Toma su lugar una rápida industrialización, ejemplificada en las industrias textil, siderúrgica y, eventualmente, automotriz en los siglos XIX y XX. Los efectos sociales de esta industrialización fueron particularmente importantes para entender cómo se supone que habría de producirse el postcapitalismo. La industrialización implicó un desplazamiento de las poblaciones rurales a las poblaciones urbanas en crecimiento, además de la transformación del campesinado en proletariado, lo que supuso desposesión de las tierras comunales y acumulación primitiva." (Aceleracionismo Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, 2017).
La revolución industrial marcó el inicio de una aceleración sin precedentes en la historia de la humanidad. La industrialización no sólo transformó los modos de producción y organización del trabajo, sino que redefinió la percepción del tiempo y el espacio. El siglo XIX puede entenderse como el punto de inflexión donde la velocidad adquiere un papel central en la configuración del mundo moderno, particularmente en la industria automotriz. Este proceso de aceleración se intensificó tras las guerras mundiales, donde la tecnología desarrollada para el conflicto se trasladó al espacio civil, reconfigurando ciudades y formas de interacción social. "La velocidad es un medio, el entorno. No sólo vivimos en la superficie de la tierra, vivimos en la velocidad. La velocidad es un medio cuyos vehículos son las teorías; interpretan el medio. El coche interpreta el medio velocidad de forma distinta que el avión supersónico, de forma distinta al trayecto andando o en bicicleta. La velocidad es un medio, y cada invención de un nuevo vehículo (bicicleta, caballo, avión) es una manera de interpretarla." (Velocidad, política e información, 2021).
La dromología, corriente filosófica desarrollada por Paul Virilio, permite analizar el impacto de la velocidad en la organización de la sociedad contemporánea. La velocidad comprime el tiempo y el espacio, alterando la percepción y la experiencia humana. Su relación con el poder es central: quienes controlan los medios de alta velocidad poseen una ventaja significativa en términos de control económico, social y político. La dromología también enfatiza los riesgos asociados con la velocidad: cada avance en la aceleración implica nuevas formas de catástrofes. "La velocidad es un medio para interpretar el mundo, principio, fuente y medida del movimiento, idea anterior a la idea, mediatización primera de la vida comprendida como movimiento. Al definir el movimiento, al estar en el corazón de su performance, la velocidad crea tiempos y distancias, intensidades y extensiones, regímenes singulares de percepción, modos de ver, escuchar, oler, tocar, pensar, modos de habitar o de rechazar." (Oittana, 2015).
Dentro de esta lógica, el robo de autos en autopistas puede interpretarse como una manifestación del deseo de velocidad en un contexto de desigualdad social. La velocidad se inscribe en la corporalidad y se expresa en la relación con el entorno material. "Interfaz no es una línea imaginaria que separa los cuerpos unos de otros, sino más bien una región material, una zona de frontera dotada de masa y espesor y caracterizada por propiedades que la hacen radicalmente diferente de los cuerpos que en su encuentro la producen. La interfaz se define como la región en que dos sustancias dotadas de propiedades fisicoquímicas diferentes se encuentran." (Mentes paralelas, 2023).
La noción de Tripaldi sobre la interfaz como una zona o región material que medía interacciones, nos permite operar desde una espacialidad que media los vectores que constituyen las subjetividades fugadas. Esa interfaz permite dar pie, e ir escalando, a la relación de las personas con la infraestructura vial, que a su vez son consecuencia de la planificación urbana. Punto a detenerse, debido a la relación abstracta que sucede entre la planificación y las personas que es a su vez una interfaz desconectada o más bien un espacio reaccionario que permite ser la plataforma para que existan los accidentes.
Y para complementar con la idea de corporalidad, Silvia Federici entrega algunas pistas en cómo las relaciones entre corporalidad, tecnología y capitalismo constituyen nuestras subjetividades:
¨Necesitamos contemplar el <<cuerpo>> desde todos estos puntos de vista para entender la profundidad de la guerra que ha librado el capitalismo contra los seres humanos y la <<naturaleza>> e idear estrategias que puedan acaban con semejante destrucción. Hablar de una guerra no significa creer en una plenitud original ni tampoco tener visión idealizada de la <<naturaleza>>. De lo que se trata es de recalcar el estado de emergencia en el que vivimos en la actualidad y, en una época que propone rehacer nuestros cuerpos como la senda hacia el empoderamiento social y la autodeterminación, poner en cuestión los beneficios que podríamos obtener de unas políticas y tecnologías que no están controladas desde abajo. En realidad, antes de alegrarnos por convertirnos en cíborgs, deberíamos reflexionar sobre las consecuencias sociales del proceso de mecanización que ya hemos padecido.¨ ( Ir más allá de la piel, 2020).
Mientras más voy definiendo las tensiones entre velocidad/movilidad, materialidad/piel/corporalidad y planificación/abstracción. Van surgiendo nuevas conexiones o referencias, de alguna manera resulta clave la reflexión de Cronenberg sobre la relación entre los autos y la humanidad:
"Ballard dice que Crash es un relato de advertencia desde el ojo de la tormenta. ¿Creés que la película es oportuna ahora que nos aproximamos a un nuevo milenio y el presente siglo fue el de los autos?
C: Bueno, el lugar del auto en la economía mundial no debe subestimarse. Aunque la gente no perciba a los autos como tecnología de punta, cada avance tecnológico se refleja de alguna manera en ellos. Ya sea la electrónica de fibra óptica, o la metalurgia. Todas esas industrias increíbles sirven al automóvil. Entonces, si de repente dijéramos: <<No pueden haber más autos, hoy los dejamos de hacer>>, sería el fin del mundo: economías que se hunden, personas que no saben qué hacer consigo mismas. Nuestra dependencia para con ellos, como se discute en la película, es en efecto muy primitiva. Se han vuelto el apéndice humano esencial. No creo que pueda desaparecer tan fácil. Tiene muchas formas para adoptar antes de extinguirse." (Cronenberg, 2020).
Para Vittorio Aureli en su libro "Arquitectura y Abstracción" define la abstracción como "un proceso mediante el cual los humanos buscan marcos genéricos en lugar de soluciones específicas." y continúa en su definición aplicándola en Arquitectura "Al presuponer la equivalencia de todas las cosas, el dinero es la abstracción social última que traduce todo en valor económico. Dentro de esta condición ubicua, la arquitectura dejó de valorarse sólo por su uso y, en cambio, se valoró (especialmente) por su potencial para generar ganancias." Tema crucial para la comprensión de la planificación en la ciudad contemporánea, ya que estas nociones se pueden extrapolar a la infraestructura vial. En dónde el robo de autos adquiere otras veladuras en una respuesta a la aceleración y desconexión de la planificación con las personas.
Aureli sugiere que la abstracción aplicada a la arquitectura y la planificación urbana genera un distanciamiento entre las estructuras diseñadas y los sujetos que las habitan. En este marco, la infraestructura vial se percibe como una expresión concreta de este proceso: autopistas que segmentan ciudades, puentes que delimitan zonas de acceso restringido, y vías de tráfico rápido que marginan a quienes no tienen acceso a vehículos motorizados. La abstracción en la infraestructura no solo es una consecuencia del capitalismo tardío, sino también una condición que estructura la desigualdad espacial y social.
En este sentido, la relación entre la velocidad y la infraestructura puede abordarse desde un enfoque específico: la función de la vialidad como interfaz material entre los cuerpos y el capital. La infraestructura vial no solo sirve para la movilidad de bienes y personas, sino que también establece jerarquías de acceso, control y provocación. Las autopistas se convierten en zonas de exclusión para ciertos cuerpos que quedan al margen del diseño urbano. Así, la abstracción de la planificación se traduce en la exclusión de quienes no pueden acceder, reforzando las subjetividades fugadas que buscan subvertir estas lógicas de exclusión.
El robo de autos se torna una postura que quiebra las limitaciones establecidas por la planificación y los modos de habitar la ciudad. Re definiendo la corporalidad en un estado de alerta, la subjetividad fugada no es una serialidad, al igual que el accidente que transforma el auto industrial en una pieza única.
Bajo esa postura, para comprender la velocidad como una práctica socioespacial, se deben comprender y recalcar las relaciones entre los vectores que conforman el dispositivo formador de subjetividades: Como primer vector, la movilidad/velocidad es una pieza clave en la vida urbana; en segundo vector, la materialidad/piel que permite o configura el espacio de la movilidad; y como tercer vector que pone en tensión el dispositivo, la idea de planificación/abstracción.
La fragmentación del espacio urbano no solo responde a la planificación técnica, sino también a las lógicas del capital, donde ciertas zonas de la ciudad son moldeadas para garantizar la circulación eficiente de bienes y personas en función de intereses económicos. En este contexto, la velocidad se convierte en una forma de estratificación social, un privilegio reservado a aquellos que pueden acceder a la infraestructura y sus beneficios.
De esta forma, el accidente se sitúa en el centro de la subjetividad de un individuo, la búsqueda en la definición de las subjetividades fugadas. Tenemos un vector social (movilidad), otro material (infraestructura) y uno abstracto (planificación). Los vectores constituyen a una persona que vive una colisión o accidente. El accidente, en este caso, es más que un evento fortuito; es la intersección de estas lógicas en una interrupción violenta de la movilidad.
Si pensamos el accidente como un evento que cristaliza la tensión entre el deseo de velocidad y la materialidad de la infraestructura, es posible verlo también como una interrupción crítica que visibiliza la estructura desigual de la ciudad. El choque de un auto robado en una autopista no solo es el fin de una persecución, sino también la manifestación material de la relación entre infraestructura, velocidad y exclusión social.
Toda la argumentación revisada permite tener un panorama introductorio sobre una posible definición de las subjetividades fugadas. Pero al asumir la modalidad de proyecto de activación es inevitable tener que ejemplificar con personas que hayan llevado a cabo realizaciones tangibles de estas nociones. Es por eso que para este documento mencionaré sólo un caso de estudio pero dejaré adjunto un link con distintos artistas que han llevado una práctica visual y material en torno a la velocidad: https://archivoeac.cargo.site/7_estado-del-arte
Considero que el artista visual y escritor Matias Faldbakken aborda o toca muchos de los puntos tratados. La relación entre arte, investigación y representación se articula en su obra a través de un uso estratégico del vandalismo, la materialidad disruptiva y la velocidad como forma de subjetivación. Su trabajo dialoga con la idea de representación desde la selección, la omisión y la reconfiguración. En este sentido, Faldbakken no solo presenta una crítica a la institucionalidad del arte, sino que también expone cómo el diseño o la infraestructura actúan como dispositivos que pueden condicionar comportamientos, percepciones o abrir espacios para cuestionarlos. Sus instalaciones sugieren una masculinidad en la que el artista ejerce un poder destructivo sobre sus propios objetos, una relación entre autodestrucción y accidente; pero es en estos actos cargados de dramatismo donde la autodestrucción se revela bajo la apariencia de una crítica institucional.
Quisiera abordar su obra bajo 5 binomios:
- Vandalismo y la cultura del accidente: El vandalismo es una forma de comunicación que interrumpe la narrativa establecida de la ciudad, creando un nuevo diálogo entre el espacio y sus habitantes.
- Acerca de la velocidad y la modernidad: La aceleración de la vida urbana no solo transforma la infraestructura física, sino también la psique colectiva, moldeando nuevas subjetividades.
- En relación con la materialidad y la disrupción: Al manipular objetos cotidianos y materiales industriales, busca exponer las tensiones latentes en nuestra interacción con el entorno construido.
- Infraestructura y el control social: Las estructuras que diseñamos para facilitar el movimiento y la comunicación a menudo se convierten en mecanismos de control, delimitando comportamientos y experiencias.
- Subjetividad y la resistencia: Sus obras intentan capturar momentos en los que el individuo se rebela contra las imposiciones espaciales y temporales de la sociedad contemporánea. Su misma obra ya es un conflicto en términos de montaje para las galerías institucionalizadas.
Estos binomios nos permiten analizar cómo la acción de subvertir el uso habitual de los objetos y el espacio se traduce en una crítica política y cultural. Faldbakken, al trabajar con materiales industriales, referencias al consumismo y la violencia, expone los mecanismos de control que operan sobre los cuerpos en los entornos urbanos.
La exploración de la velocidad como forma de subjetivación abre una discusión sobre el papel del diseño en la construcción de estas experiencias. Desde el diseño especulativo hasta la representación visual y material, las formas en que podemos intervenir en la materialidad de la velocidad pueden generar nuevas comprensiones sobre las interacciones entre sujetos, infraestructura y movilidad.
El caso de Faldbakken permite dialogar desde una corporalidad para evaluar los sistemas de representación que otorga su trabajo. También con los puntos presentados pienso en la idea de representación de Forensic Architecture: ¨Representar implica seleccionar, poner énfasis en ciertos aspectos de la realidad y obviar otros; hacer fenómenos distantes plausibles, medibles; determinar a quién o qué se representa, se incluye o margina. Cada línea tiene implicaciones en el lugar que ocupan cuerpos, espacios y fenómenos, y cómo son diferenciados, evaluados, categorizados. ¨ (Arquitectura forense, 2020)
Desde ese punto la perspectiva de Weizman sobre cómo la representación selecciona y enfatiza ciertos aspectos de la realidad mientras omite otros. Muestra que la instalación o representación, al materializar la idea de velocidad, selecciona y amplifica la percepción del espacio urbano como un catalizador del comportamiento delictivo. Esto refuerza la idea de que las representaciones materiales no solo reflejan la realidad, sino que también construyen narrativas que influyen en el comportamiento y la percepción social, validando la noción de que el diseño tiene un poder significativo en la construcción de realidades.
Pero no es todo un tema de representación, también es cómo nos hacemos cargos de la experiencia que queremos representar o abstraer.
¨Como el relevo pasa a los diseñadores, la interacción es el verdadero sujeto del diseño. Diseñadores que comenzaron a especular y operar en el espacio global trabajan con formas que no fijan una posición sino que liberan agencias y ponen las cosas en movimiento (...) Las formas orquestan la interacción entre formas. La forma es la interacción misma. La forma es una acción. La acción es la forma.¨ (Diseño del medio, 2021)
Easterling plantea la interacción como el verdadero sujeto del diseño. La velocidad, entendida como una adicción, orquesta o permite el diseño de interacciones complejas y su entorno urbano/espacial. Por lo que una instalación o dispositivo no solo debería buscar representar o encapsular la velocidad, sino que también actuar como un catalizador que pone en movimiento estas interacciones, revelando cómo las formas y espacios diseñados pueden ofrecer distintas respuestas a la hipótesis desde la interacción del medio. Así, se valida la idea de que el diseño es una acción dinámica que moldea comportamientos y percepciones.
También es inevitable citar a Claire Bishop "Cada fase del arte basado en la investigación presenta una comprensión diferente de lo que constituye el conocimiento y una forma distinta de involucrar al espectador en el proceso de interpretación." (Information Overload, 2023).
El estudio de las subjetividades fugadas, a través de la intersección entre velocidad, infraestructura y materialidad, nos permite comprender cómo el deseo de movimiento se inscribe en la configuración de las ciudades contemporáneas. La velocidad no solo es una condición tecnológica, sino una forma de vida, un vínculo con la modernidad que moldea subjetividades y estructuras urbanas. La velocidad (Virilio), las relaciones materiales (Tripaldi y Federici) y la abstracción (Aureli) nos dan marcos teóricos para entender cómo la aceleración (Avanessian y Reis) es a la vez una herramienta de control y una vía de escape.
El robo de autos, en este contexto, deja de ser un acto puramente delictivo para convertirse en una manifestación de una subjetividad en fuga, una respuesta material a las limitaciones impuestas por la ciudad y sus dispositivos de control. Así, el accidente se erige como un nodo crítico que interrumpe la serialización de la producción y revela las fricciones entre infraestructura y deseo.
Finalmente, esta investigación plantea que el diseño y la representación juegan un papel crucial en la mediación de estas interacciones, principalmente al querer presentar un dispositivo de activación como resultado final. Comprender la velocidad como un dispositivo de subjetivación permite no solo analizar sus implicaciones, sino también imaginar nuevas formas de habitar y resistir dentro del paisaje urbano acelerado.